Es difícil aburrirse en una casa antigua. Por mucho que uno crea conocerla siempre queda algún rincón que no conocemos tan bien como creíamos, o se nos olvida ese último estante en un armario donde a saber qué habíamos colocado. A diferencia de los apartamentos pulcros y diáfanos, las casas antiguas esconden tesoros extraordinarios; en sus habitaciones y recovecos parece que hayan sucedido historias apasionadas o quizá anodinas, pero todas dignas de ser contadas.
La Neomudéjar es un Centro de Artes que ha aprovechado una nave de ferroviarios de finales del s. XIX para sus instalaciones. El edificio está al lado de la estación de tren de Atocha y en su día fue un taller de aprendizaje de los trabajadores del ferrocarril. La Neomudéjar es un lugar desordenado, sucio, antiguo, maravilloso. Junto a las obras de arte expuestas se han conservado los enseres de los antiguos ocupantes del edificio, de esta manera el espacio se ha adecuado a su nuevo uso pero mantiene todavía parte del mobiliario anterior y sobre este podemos encontrar algún vestigio (un recorte de papel pegado, un escrito) de sus antiguos moradores.
Actualmente se exhibe el trabajo de Ze Carrión, al que conozco por sus obras de arte urbano, y que más de una vez ha aparecido en el blog. Este artista ha trabajado como “artista en residencia” durante los últimos meses, utilizando los talleres de La Neomudéjar para realizar su proyecto.
“Solos” —como expresa el artista— es una crítica a la sociedad en la que vivimos, a nuestra manera de comportarnos, al egoísmo que impera en nuestra comunidad. Es también un gran trabajo, en el que el artista ha utilizado papel, lienzo, madera, vídeo, materiales de desecho, pintura y cómo no, aerosoles. Las instalaciones de Ze Carrión llenan varios espacios de esta nave entre los que incluso se puede ver el taller donde los ha estado realizando.
Como os decía, La Neomudéjar tiene un encanto especial. Además de los cuadros no es raro toparse con un surtido de tornillos oxidados o con alguna herramienta vieja abandonada en algún rincón. Y por añadidura, nunca hay nadie (o yo he tenido la suerte de ir cuando no había otros visitantes) por lo que he tenido la sensación de estar descubriendo habitaciones, pasillos y recovecos en un edificio abandonado.
Me encanta La Neomúdejar. Es uno de esos lugares donde me gustaría vivir, aunque sólo sea por un ratito.